Aprovechando la exposición sobre cartelistas españoles de cine que está abierta durante todo el mes de agosto en horario de 9:00 a 14:00 en el Centro cultural La Almona, vamos a hacer un repaso por aquellos cartelistas nacionales e internacionales que son un referente en el medio, ya que rompieron normas establecidas para innovar y crear carteles interesantes para despertar el interés y comprar la entrada de cine.
Un rasgo común es que los cartelistas suelen diseñar también los títulos de crédito y con ello romper la tradición de créditos asépticos que no tenían otra función que la de señalar a los miembros técnicos y artísticos de la película.
Los carteles que se realizan en la actualidad han perdido parte del alma que le insuflaron estos creativos. Se limitan a colocar las cabezas del reparto principal mirando al frente (al espectador) como si con eso fuera suficiente para vender. Y se ha visto que carteles creados por gente amateur tienen más fuerza, más espíritu e información sobre el film que el poster oficial.
Saul Bass, el innovador. Además de trabajar como cartelista y diseñador de títulos de crédito en el cine, Bass fue el creador de logotipos empresariales muy reconocidos internacionalmente. Ciñéndonos al séptimo arte, sus colaboraciones más representativas fueron con Otto Preminger (Anatomía de un asesinato, 1959; El hombre del brazo de oro, 1955; o Éxodo, 1960); Alfred Hitchcock (Vértigo, 1958; Con la muerte en los talones, 1959; Psicosis, 1960); y en sus últimos años con Martin Scorsese (El cabo del miedo, 1991; Casino, 1995). Su estilo innovó el medio al hacer uso de muchas siluetas, líneas y saturación de los colores.
Drew Struzan, el icónico. Durante la mitificada década de los 80, Struzan fue el que marcaba el modo de realizar carteles de cine. Su estilo de ilustrar, realismo con una composición de imagen espectacular y evocadora, es una clara huella de la influencia de esta década en trabajadores del cine desde entonces. Copiado pero nunca a la misma altura en su modo de crear carteles, producciones actuales como Stranger Things (2016-) utilizan su técnica para calar en la memoria colectiva pop. Sus colaboraciones con George Lucas y Steven Spielberg han hecho que su obra permanezca inmortal.
Steve Frankfurt, el minimalista. Este creador hizo una composición más sencilla que la de Struzan, pero con una fuerza visual potente. Con pocos elementos era capaz de transmitir la atmósfera y/o el género del cartel que ilustraba. Muy enmarcado en el género dramático (Downhill racer, 1969, Michael Ritchie, donde el cartel ya insinuaba una montaña donde el protagonista, que es esquiador profesional, sufrirá tanto en lo físico como en lo mental; Enmanuelle, 1974, Just Jaeckin, donde unos labios rojos en un fondo negro nos muestra la sensualidad y erotismo de la película), sus incursiones en otros géneros también crearon escuela (La semilla del diablo, 1968, Roman Polanski, con un cartel donde se ve una silueta de un carro de bebé y difuminado el rostro de Mia Farrow, la protagonista, donde recreó el sufrimiento que iba a padecer).
Reynold Brown, maestro en la serie B. Este artista fue un todoterreno, ya que hizo carteles tanto en superproducciones (Ben-Hur, 1959, William Wyler, unas monumentales letras que asemejaban a una estatua en la escena cumbre de la carrera de cuadrigas y que volvió a utilizar para los carteles de Barrabás, Richard Fleischer; y Rey de reyes, Nicholas Ray, ambas de 1961, consiguiendo con ello una oficiosa trilogía religiosa al compartir elementos comunes. Además fue un gran ilustrador para películas de serie B, dando maravillas como los carteles de La mansión de los horrores (1959, William Castle) y asociándose con el gran director del cine de ciencia ficción de serie B Jack Arnold con carteles para La mujer y el monstruo (1954), Tarántula (1955) o El increíble hombre menguante (1957).
Macario Gómez Quibus, MAC, el más grande cartelista español. Más de 4000 creaciones avalan a este cartelista, que además de realizar producciones españolas, se encargó de dibujar carteles de superproducciones de todo el mundo. Un estilo realista la mayoría de las veces, aunque también supo innovar y crear obras con gran poder evocador y con una atmósfera onírica cuando la película lo requería. Vemos en el cartel de Rebeca (1940, Alfred Hitchcock) cómo entendió la intención del director de contar la historia como si fuera un sueño, y su cartel refleja el aire de pesadilla que padecerá la protagonista; o esa larga y pesada sombra que carga el protagonista de El verdugo (1963, Luis García Berlanga), reflejo de lo que supone el trabajo que va a "heredar".
Francisco Fernández Zarza, JANO, el multifacético. Junto con el mencionado Mac, este es lo otro grande ilustrador patrio. Supo entender y manejar las corrientes artísticas de cada década, desde carteles genéricos con el protagonista a cuerpo entero (La ciudad no es para mí 1966, Pedro Lazaga) a otros donde explicaba la historia de manera sutil, como sucede en el cartel de Surcos (1951, José Antonio Nieves Conde), en la que ilustró de manera gigantesca y sombría al depredador de ciudad que, con una mano adelantada, va a influir y manejar en las vidas de los miembros de la inocente familia campesina que se muda a la capital.
Como esta muestra hay muchas más ilustraciones de las que poder disfrutar estos días de canícula en el Centro Cultural La Almona y ver cómo ha ido evolucionando el cartel del cine en España a través de los años.
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