Una entrevista de Paco Gil
Fotografías de Raúl Díaz
Entrevistas en ‘primera persona’
Pese a que la modernidad lo invade hoy casi todo, por ‘Joyería Alba’ da la impresión de que no pasa el tiempo, de que el espíritu con el que los hermanos Paco y Leoncio Alba dieron vida a la primera gran joyería de Dos Hermanas aún permanece inalterable y de que la esencia de este pueblo se concentra en su establecimiento y en la céntrica calle San Sebastián que la acoge.
Como si se tratara de la misma disciplina con la que se sucedieron los días desde que hace ya casi sesenta años Paco y Leoncio abrieron su Joyería, Paco Alba recorre el corto paseo que hay desde su casa para, ya bien entrada la mañana, llegar al establecimiento donde pasó más de media vida, saludar a sus hijos Mari Carmen, Rocío y Francisco, y buscar su rincón, donde le aguarda una silla para sentarse y vivir desde la distancia, pero con la cercanía de su gran experiencia, el día a día de su antiguo negocio y de los clientes que por allí pasan, mucho de los cuales, por supuesto, le saludan de forma amable y respetuosa, de la misma manera como él y su hermano trataron siempre a su distinguida clientela.
Francisco José Alba Carballido tiene en estos momentos 89 años, pero le faltan tan pocos días para alcanzar los 90 [los cumplirá el próximo 1 de noviembre], que da la impresión de que ya piensa más en esa edad que en la vigente. Paco, como todos lo conocen, fue el primero de los dos hijos que tuvo el matrimonio formado por Leoncio Alba López y Josefa Carballido Rivas. Su padre, repartidor de pan desde su natal Alcalá de Guadaíra, tenía a Dos Hermanas entre los lugares por donde tenía que acudir cada día, y a donde finalmente se fue a vivir después de conocer y enamorarse de Josefa, ciudad además en la que se integró rápidamente, llegando incluso a cambiar su profesión por la de tonelero.
Desde la misma silla desde la que observa el vivir de la joyería a la que dieron vida él y su hermano, ha mantenido una relajada charla con ‘Dos Hermanas al Día’, que se reproduce a partir de este instante con él como protagonista absoluto:
“Yo nací en Dos Hermanas, en la Casa Socorro. En esa época mis padres vivían en la zona de El Palmarillo, justo en unas casas que había al volver la casa de ‘El Chiqitín’, muy cerca donde hoy se encuentra el supermercado ‘Lidl’. Yo estudié de pequeño en el Ave María y en el Colegio de Doña Dolores Velasco, que fue una profesora estupenda, y hubo una época en la que incluso iba a Sevilla por las noches a hacer unos cursos de inglés, idioma del que todavía me acuerdo porque todas las noches repaso un poquito para que no se me olvide. La verdad es que en aquella época en Dos Hermanas seríamos dos o tres las personas que hablábamos inglés. Y precisamente el que me enseñó fue don Fernando González, el marido de doña Dolores Velasco. Lo cierto es que puedo hablar y entenderme aún en inglés, un idioma que desde luego me ha venido muy bien durante los viajes que he hecho por países como Tailandia, Japón, Brasil y por muchos de Europa. En Italia, por ejemplo, he estado cuatro veces, un país por cierto donde los trajes y las camisas que tienen no los hay en ninguna otra parte. Y me encantó, por ejemplo, Florencia, ciudad que me dejaba enamorado cuando veía los escaparates de las joyerías que tenían allí. Aunque la verdad es que en Dos Hermanas nunca tuve que recurrir al inglés para hablar con alguien”.
“Cuando acabé el Bachiller, dejé los estudios porque fue el momento en el que empecé con mi hermano Leoncio a vender joyería”
“Cuando acabé el Bachiller, dejé los estudios porque fue el momento en el que empecé con mi hermano Leoncio a vender joyería. Allí en La Cañada, donde vivíamos, había un señor que vendía joyas, quien, además, trabajaba con el bromóleo, que consistía en coger una foto en blanco y negro y pintarla. Y hacía unos trabajos preciosos. Precisamente, mi hermano y yo empezamos con eso, pero como vendía también alhajas, nos dio una mantita, de esas que se enrollaban, con varios relojes y algunas cadenitas y demás, y nos pusimos también a venderlas Y la verdad es que tuvimos mucho éxito. Recuerdo que compramos mi hermano y yo una moto Guzzi cada uno, y con ella nos íbamos por el pueblo a vender las joyas. Cuando yo empecé con esto tenía 16 años. Y mi moto, que era de color roja, preciosa, y que funciona todavía, se la regalé no hace mucho a uno de mis nietos, que es policía nacional”.
“Fue precisamente esa la época en la que me eché novia. Ella se llamaba Carmen Claro Reina, que hoy está en el cielo [fallecida en 19 de diciembre de 2022]. Precisamente, el lugar de la calle San Sebastián donde tenemos la joyería era la casa de sus padres. Y la conocí vendiendo joyas. Es curioso, pero a ella le vendí muchas cosas; bueno, a su madre, a la que le gustaba mucho el oro. Yo me fijé en su hija, que era guapísima, y le di la lata, le di la lata…, hasta que nos hicimos novios. Y ya tuve tanta confianza con su familia, que me ponía a hacer mis números y mis cosas en una camillita que estaba en lo que ahora es el trasero de la joyería, que por entonces era un patio con un cierre de cristal. Poco después, le propuse a sus padres levantar un alto en la casa, para dársela a ellos como vivienda, pero con todas las comodidades que no tenían por entonces, como, por ejemplo, servicios, con su váter, su ducha…, y con tuberías, desagües y demás, para así mi hermano y yo poder poner la joyería en la planta baja, a la que le pusimos de nombre nuestro apellido, ‘Alba’. En concreto, la joyería la abrimos el día 1 de enero de 1965. Y fue la primera con la que contó Dos Hermanas, porque por entonces lo único que había eran diteros. ¡Y la verdad es que tuvimos un éxito tremendo!”
“La joyería la abrimos el día 1 de enero de 1965. Y fue la primera con la que contó Dos Hermanas”
“Fue por entonces cuando empezamos a tomar contacto con fabricantes de Córdoba, de La Coruña, de Betanzos… y a recibir viajantes, y a comprar cordones, barbadas, monedas… Y no parábamos. Eso fue una revolución en Dos Hermanas. ¡Y mi hermano y yo nos convertimos en unos señores! El Ayuntamiento, por ejemplo, que antes compraba en joyerías de Sevilla, empezó a hacerlo con nosotros. Y hasta también lo empezó a hacer la Diputación. Fue también la época en la que nos iniciamos con los trofeos y las placas. Yo aprendí a grabar, con una maquinita que aún conservo y que, cuando la veo, le digo: “¡Que aguante tienes, hija!”, y es que por entonces se hacían las cosas bien, como los coches o las motos, y no como ahora en el que todo es de plástico”.
“De la calle San Sebastián, que hoy se ve tan bonita, por entonces se ponía llena de charcos cuando llovía, de forma que pasaban los coches y llenaban los escaparates de barro. Pero empecé a hablar con el Ayuntamiento para que la arreglaran, porque era una calle céntrica, y la verdad es que me hicieron caso. Me mandaron un perito, les expliqué lo que yo pensaba para esta calle, y me dijeron que se lo iban a comentar a la presidenta de la Asociación de Comerciantes, que por entonces estaba en Sevilla, quien llegó a venir por cierto por aquí. Le enseñamos la calle y le explicamos que necesitaba que se asfaltara y que en la zona donde se ensanchaba algo, que se plantaran unos árboles y se pusieran unos bancos para que la gente pudiera descansar un poco. Y me hicieron caso. Recuerdo que las obras costaron un trabajo enorme, porque hubo que hacer una acometida profunda para los desagües y para las tomas de agua, pero quedó estupenda, y cuando se sembraron los árboles y se pusieron los bancos, vino otra vez la presidenta de los comerciantes y el alcalde, llegándose a publicar algunas informaciones en ‘El Correo de Andalucía’ y en el ‘Abc’. El caso es que se convirtió en la calle más bonita, a la que le decían ‘la calle Sierpes de Dos Hermanas’. Entonces, tomó ya mucho auge, de forma que los comercios empezaron a poner los escaparates más bonitos”.
“Durante todo el tiempo que yo he trabajado con mi hermano, siempre nos hemos llevado muy bien. Tan solo le reñía cuando lo veía que eran las once o las doce de la noche y seguía en la joyería trabajando. Yo lo quería muchísimo [falleció el 31 de diciembre de 2023], y es que fue como mi hijo, porque yo era cinco años mayor que él, y por eso me respetaba mucho. Ya ves si me respetaba que, como él fumaba, cuando me veía venir, tiraba el cigarro. La verdad es que yo también hubo una época en la que fumé, pero tan solo durante cuatro años. Recuerdo que me costó trabajo quitarme, pero lo dejé y gracias a eso me encuentro hoy muy bien. Hace unos diez años, el médico me vio y me dijo que aún tenía unos restos de nicotina en los pulmones, pero que me los iba a quitar poco a poco con un tratamiento. Yo, a quien fuma, siempre le digo lo perjudicial que es el tabaco. Y ahora el médico me felicita y me dice que le da mucha alegría tener a un paciente como yo, con 89 años, y que me encuentre tan bien. Y la verdad es que estoy muy contento”.
“La joyería siempre estuvo atendida por nosotros dos. Leoncio estaba en el mostrador de la izquierda y yo en el de la derecha”
“Lo cierto es que mi hermano y yo conseguimos que ‘Joyería Alba’ fuera una institución en Dos Hermanas porque nos conocía todo el pueblo, además de toda Bellavista, Alcalá de Guadaíra…, y es que comprábamos mucho y poníamos unos precios muy adecuados, lo que hizo que alguna vez vinieron clientes hasta de Sevilla, pese a que allí había muchas joyerías. La joyería siempre estuvo atendida por nosotros dos. Leoncio estaba en el mostrador de la izquierda y yo en el de la derecha, que ya quitamos en su momento. Lo que sí hago todos los días es darle gracias al Señor porque seguimos triunfando, aunque no por mí, que ya estoy jubilado, sino por mis hijos, que son los que se encargan del negocio, aunque yo me llegue por aquí de vez en cuando porque esto me da vida. Yo me siento en una silla en un lado y los veo trabajar. Mi Fran es ahora el que hace las compras, mi Mari Carmen es la que está siempre aquí en la tienda atendiendo al público, mientras que mi Rocío va a otros sitios a vender. Yo en la joyería he sido feliz y he disfrutado muchísimo. Nunca me cansé de trabajar. Y estoy muy contento con que el nombre de ‘Alba’ siga en la joyería. ¡Es que somos el número uno en Dos Hermanas en cuanto a antigüedad, que es para decirlo! Y cada vez que viene una autoridad de fuera a ver la Plaza de Abastos, se fijan también en la calle y se recrean paseando por ella porque es que es preciosa”.
“Mi hermano Leoncio fue además el mejor presidente del Consejo de Hermandades que ha habido en Dos Hermanas. Yo le he apoyado siempre mucho, aunque algunas veces le reñía porque ha echado muchas horas, y todo con el deseo de hacer que el Consejo fuera efectivo, para conseguir hacer la Carrera Oficial, con la que se tiró años de trabajo hasta que lo logró, y que, aparte de la de Sevilla, es la mejor que hay en Andalucía; y habilitó un lugar en la Carrera Oficial solo para personas dependientes, con una salida además fácil para que pudieran ir al servicio sin problema, y desde donde han podido ver a todas las cofradías. Y ahora todo eso lo está haciendo mu hijo, e incluso ha empezado a echar también una mano un nieto mío, que tiene ahora 25 años. La verdad es que todo el mundo estaba muy contento con Leoncio. El Ayuntamiento, por ejemplo, no hacía nada sin consultarlo con él. La verdad es que lo echo muchísimo de menos. Todas las noches pienso en él y lo veo. Yo también soy cofrade, claro. Soy hermano de seis hermandades: Vera-Cruz, Santa Ana, Amargura, Oración en el Huerto, Valme y Rocío. Y he llegado a estar ocho años en las juntas de gobierno del Rocío y de la Vera-Cruz, en las que llegué a ser teniente de hermano mayor. En Vera-Cruz, donde salí de nazareno durante cuarenta años, tengo ahora mismo el número 2, y en Santa Ana, el número 3. En mi casa tengo una fotografía en la que se ve a mi hermano y a mi hijo Fran, que ahora es también el presidente del Consejo de Hermandades, a quien le digo que todo lo que está haciendo, lo aprendió de su tío”.
“En mi casa tengo una fotografía en la que se ve a mi hermano y a mi hijo Fran, que ahora es también el presidente del Consejo de Hermandades”
“Yo me jubilé cuando cumplí los 68 años. La verdad es que me encontraba bien, pero resulta que quien me llevaba los papeles me dijo que ya tenía una edad y que lo que tenía que hacer era dejar el negocio a mis hijos, que yo me quedaría con mi jubilación y podía dar mis paseítos y hacer lo que quisiera, y, bueno, dije que sí. Y la verdad es que mis hijos llevan estupendamente el negocio. ¡Mejor que yo! [sonríe] Y me da alegría porque ya me han comentado algunos clientes que estuvieron contentos conmigo, porque siempre había sido formal y cumplidor, que mi hijo es mejor que yo. Lo que me hace también muy feliz es que el apellido Alba no se va a perder de momento, ya que tengo hasta nietos que lo llevan, y gracias a Dios todo sigue marchando, con el deseo además de que la tienda siga durante nuevas generaciones”.
Mi hermano Leoncio y yo conseguimos que ‘Joyería Alba’ fuera una institución en Dos Hermanas”
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