Una entrevista de Paco Gil
Fotografías Raúl Díaz
Entrevistas en ‘primera persona’
Sin maestro ni patrón, y como si hubiera sido tocado por una varita mágica, el nazareno José Luis Jurado se convirtió poco a poco, de forma absolutamente autodidacta y casi en silencio, en uno de los grandes escultores del mundo del bronce, virtud que ha dedicado prácticamente por entero a la realización de figuras o escenas vinculadas con el mundo del toro y del caballo.
Hoy en día, a sus 68 años de edad, sus piezas, todas realizadas mediante la técnica de modelado en cera y su posterior fundido al bronce, se encuentran repartidas por toda España, además de por países como Francia, Italia, Bélgica, Alemania, Portugal, Colombia, Chile o México, habitualmente en manos de ganaderos de toro bravo, como Miura, Luis Algarra, Prado y Colón de Carvajal, San Miguel, Palha, Cinta, Duquesa de Palma o Fermín Rocha, o de reconocidos aficionados como ‘Los del Río’, Don Juan Carlos I, la Infanta Elena, Plácido Domingo, Elsa Pataki, María Jiménez, Ainoa Arteta, Miguel Bosé o Jesulín de Ubrique, o incluso guardadas con mimo en instituciones como la Real Maestranza de Sevilla o en palacios como los de la Casa de Alba.
Especializado asimismo en la realización de trofeos, es el autor de los que se entregan a los asistentes vips al Salón Internacional del Caballo (SICAB) o de los primeros premios del Concurso de Enganches de la Real Maestranza que organiza el Real Club de Enganches de Sevilla, así como durante varios años de los que se entregaban en la Feria Mundial del Toro.
El primer lugar donde vivió José Luis Jurado Toro (Dos Hermanas, 1955) fue en la calle El Ejido, en la casa de sus padres [ya fallecidos], Manuel Jurado Castillo e Isabel Toro Saborido. “Ambos eran mitad de Los Palacios y mitad de Dos Hermanas. Mi familia por parte de mi padre se pierde en la historia de Dos Hermanas. Eran conocidos como los ‘Rubio Chelis”. Con dos hermanos, Mari Carmen y Manolo, se encuentra casado con María Dolores Rodríguez Collantes de Terán, padres ambos de María Luisa, trabajadora del Ayuntamiento de Dos Hermanas, y de Gloria, que lleva ya diez años ejerciendo la arquitectura en Berlín.
“Como al que Dios le dio el don de cantar, pues a mí me ha dado este de la escultura”
Dotado de un don especial (“como al que Dios le dio el don de cantar, pues a mí me ha dado este de la escultura”), desde hace muy poco tiempo se ha mudado de nuevo al mismo centro de Dos Hermanas, desde donde continúa realizando unos trabajos en cera que luego son fundidos a bronce, y que, contemplados, evidencian desde luego que fue tocado por esa especial varita mágica que de vez en cuando se reparte de forma caprichosa por la faz del planeta. Con él hemos hablado ahora y así lo cuenta todo sobre él; y, como siempre, en primera persona.
“Hace poco que me he mudado de nuevo al centro de Dos Hermanas, un lugar que echaba mucho de menos. Y es que toda esta zona fue mi espacio de juego de niño, porque yo vivía en la calle El Ejido. La calle San Sebastián, La Mina y Los Jardines eran por donde yo me movía. La verdad es que yo era muy flojo para los estudios, porque solo hice hasta Bachiller, hasta que un día le solté a mi padre que ya no quería estudiar más. Mi padre tenía campos y le dije que me mandara a trabajar al campo o que me enviara de aprendiz con Miguel ‘El Electricista’, que se dedicaba a los tractores y demás, o con Miguelito Perea, que también trabajaba con maquinaria agrícola. Imagina: aquello fue una tragedia en mi casa. Mi madre me dijo que era un desgraciado…, en fin. Pero la verdad es que yo he estado siempre con mi padre, que fue picador de toros y que trabajó con los caballos en algunas películas. Él tenía amistad con una productora y lo llamaban para películas del Oeste y eso. Y con él estuve un tiempo hasta que empecé a trabajar en la fábrica Sidesur, que era de fundición de acero. Allí estuve unos cinco años, hasta que entré en el tema de peritaciones en alimentación, a lo que me dediqué ya hasta mi jubilación el año pasado”.
“Mi padre fue picador de muchos toreros, entre ellos Curro Romero, Emilio Muñoz, Casado, ‘El Bala’ o Miguel Mateo ‘Miguelín’. Era conocido en este mundo como Manolo ‘El de Marañón’ porque estuvo un tiempo llevando la finca de don José Marañón, que estaba en lo que hoy es el Polígono La Red. Y a mí también me tiró siempre el mundo del toro. Recuerdo que mi padre me sacaba del instituto y me llevaba de capea, hasta que se enteró mi madre y se acabó todo. Yo no quería hacerla sufrir y desistí, y aunque yo era muy malo, mi sueño de chaval era haber sido torero. La verdad es que yo en las capeas me defendía, pero no estaba como para abrir la Puerta del Príncipe [sonríe]. Y pude haber sido picador, pero por no disgustar a mi madre, lo olvidé también. Y es que mi madre sufrió tanto con mi padre, que no quería que yo me dedicara a lo mismo. Pero, vamos, el mundo del toro y del caballo nos ha marcado a mi familia y a mí desde siempre. Mi padre, cuando iba al campo, me llevaba con él. En La Corchuela, por ejemplo, los tentaderos los hacía él. El caso es que yo me ponía muy pesado diciéndole, con tan solo 8 años, que quería torear, que quería torear…, hasta que un día le pidió permiso al ganadero, y, pese a que allí se soltaban vacas gordas, me puse delante de una de ellas y la verdad es que quedé bien. [Sonríe antes de seguir] Yo jugando al fútbol era muy malo, y entonces, como a mí era el último que me elegían siempre para los partidos, lo que hacía era que cogía al amigo de turno y lo ponía a embestir”. [vuelve a sonreír]
“El mundo del toro y del caballo nos ha marcado a mi familia y a mí desde siempre”
“A mí me había gustado también mucho desde siempre modelar, con plastilina o con lo que fuera, y hacer trabajos manuales, además de que también se me daba bien dibujar, hasta el punto de que mi padre me decía que por qué no estudiaba Bellas Artes, algo que sin duda me hubiera valido de mucho porque lo que yo he hecho ha sido siempre a base de porrazos, ya que he sido totalmente autodidacta. Y gracias a un señor que vivía en el centro de Dos Hermanas, estando yo un día en la piscina de mis suegros, me puse a tallar un cirio, que fue del Santo Entierro, e hice un ‘picaó’ tallado. Se lo di y cuando lo vio me dijo que por qué no iba a hablar con Joaquín. Se trataba de Joaquín Jiménez Dovar, que era cuñado de Pedro Gómez Carballido, quien fuera alcalde de Dos Hermanas. Este hombre era de los de campo de siempre, que tuvo la hacienda de Echevarría, la de Juan Belmonte…, y que era además muy aficionado a los toros y a los galgos. Entonces, cuando yo tenía unos 20 años, me llevó mi padre con él y le pidió que a ver si me enseñaba. Me preguntó si yo había trabajado alguna vez la cera para modelar, y, total, que me dio un taco de cera virgen. Era una cera de la que se cogía de los panales que había en los cortijos, y ya luego la preparábamos. Y aquel hombre me preguntó:
¿Tú eres capaz de hacer un galgo?
Y yo le dije: “Hombre, yo no sé cómo me va a salir, pero hacerlo seguro que lo hago”. Pero le añadí: “¿Y mejor no puedo hacer un toro?”.
“¿Tú eres capaz de hacer un toro?”, me preguntó de nuevo.
Y le respondí: “Mejor que el galgo me va a salir seguro”.
“Pues venga, has un toro”, me dijo.
Total, que hice el toro, pero como me sobró bastante cera, hice un ‘picaó’ recibiendo. Se lo llevé y cuando lo vio, me dijo:
“Tú no has hecho esto”.
“Pues lo habrá hecho usted”, le contesté.
“Eso lo has copiado”, añadió.
“Para nada”, le repliqué.
Empezó a buscar en unos cajones donde guardaba algunas fotos, cogió una y me dijo:
“Tú lo has copiado de esta foto”.
Pero yo no había copiado nada porque conozco al toro y al caballo desde chiquitito. Y le dije:
“Vamos a ver: un crucificado es un crucificado, ¿no? Y esto es una ‘arrancá’. No hay más historia. Y la forma de recibir es esta”.
El caso es que me insiste:
“¿Tú sabes lo que es un toro ‘piqueando’?”.
“Yo sí”, le contesté.
“Pues lo vas a hacer, pero delante de mía”, me retó.
Y entonces, todas las tardes me iba yo por el taller que tenía en su casa y allí me ponía a trabajar. Y cuando se lo hice, me dijo:
“Niño, tú vales para esto”.
Y ahí fue cuando se convenció. Yo trabajaba primero con la cera y luego eso se fundía. La primera pieza que fundí fue con él. Recuerdo que una vez hice una vaca brava paría, que no he tenido la cosa de volver a hacerla igual, que tenía el ternero entre las manos. Se la enseñé a Joaquín y le comento:
“¿Qué te parece, Joaquín?”.
“Estupenda”, me contestó, Y añadió: “Pues vente la semana que viene que la vamos a preparar para fundirla”.
Fui a la semana siguiente y cuando llego me encuentro a la vaca hecha un gorruño, toda partida y deformada. Aunque él no lo hacía, yo sí tenía la costumbre de ponerle a todas las figuras una base de cera, y, cuando lo vi, le pregunté:
“¿Qué ha pasado, Joaquín? ¿Se le ha caído?”
Y él me contestó:
“Niño, que me ha hecho falta cera, y he querido coger la de abajo…”.
El caso es que se cargó toda la figura. Y le dije entonces:
“Bueno, pues Joaquín, buenas tardes”. Y me fui.
Yo tenía amistad con él. Y, de hecho, poco antes de morir me llamó y me dijo:
“Niño, que yo ya esto lo dejo, así que llévate todo lo que quieras”, y me regaló todo lo que tenía de fundición.
“Después de un problema que tuve con una figura, me entró tal depresión que se me quitaron las ganas de seguir”
“Después de esto coincidió que aquel año ganó Pepe Román, el que tenía una joyería en la calle Rioja, en el Concurso de Enganches de La Maestranza, con uno tirado por mulas, y yo quise hacerle el coche de mulas para regalárselo a la mujer por su santo. Me llevé con esta figura un montón de días, porque había que hacer el coche de caballos, las cinco mulas, etcétera, pero cuando iba a fundirlo, me quedé sin carbón y no me salió ni una de las piezas. Y me entró tal depresión que se me quitaron las ganas de seguir haciendo más figuras. Todo coincidió además con el momento en el que ya entré en el tema de la alimentación. Bueno, el caso es que un tiempo más tarde, gracias a la familia Ayala, de Utrera, uno de sus nietos me dijo que se había enterado de que yo hacía figuras y me pidió que le hiciera un toro, y, aunque ya hacía mucho tiempo que no lo trabajaba, al tratarse de mi mejor cliente, pues me puse en ello. Y así fue como arranqué de nuevo. Yo tenía por entonces unos treinta y pocos años”.
“Total, que así fue como poco después, en el año 1996, participé en mi primer SICAB, donde monté una exposición y donde acabé cogiendo los dos mejores stand que había allí. Yo empecé a ir a este Salón al principio como público, hasta que un día vi el stand que tenía montado Alberto González de la Peña, que me dejó maravillado. Entonces fue cuando quise entrar yo también en el SICAB, pero como no había sitio, tuve que esperar, hasta que por fin lo conseguí, yendo desde entonces todos los años hasta el de 2007, que fue cuando ya lo dejé, entre otros motivos por la crisis de aquellos años, que, la verdad, hizo mucho daño. Hasta que en los años 2016 y 2017 lo volví a retomar, aunque yo veía que era mucho trabajo para, al final, si acaso cubrir solo los gastos. Y es que yo tenía mi clientela, la del boca a boca, y con eso iba tirando para adelante. Recuerdo que en Bilbao, donde monté una exposición individual con motivo de la Semana Grande, vendí cuatro figuras, que fueron una para el propio Bilbao, pero otra para Jerez y dos para Sevilla. Es curioso, ¿no? ¡Irte a Bilbao para vender a gente de aquí! Pero además de todo esto, mi ilusión era ir a Madrid, donde se montaba la Semana del Caballo, y donde pude comprobar que allí sí se gastaba la gente los dineros. Bueno, que sea como fuera, el caso es que llegó un momento en el que el arte se puso por encima de mi profesión. Yo había llegado a tener con mi trabajo en la alimentación hasta once casas comerciales, pero al final me tuve que quedar solo con tres”.
“Toda mi obra está centrada en torno al mundo del campo: los caballos, los toros, los galgos…”
“Toda mi obra está centrada en torno al mundo del campo: los caballos, los toros, los galgos, así como todo tipo de faenas… Recuerdo que un día me dijo Pepe González, cuando estaba en el Ayuntamiento, que se iba a hacer un monumento a tamaño natural en homenaje a la Guardia Civil para situarlo en la rotonda que se encuentra justo delante del cuartel allí en Montequinto, pero cuando le pregunté por el presupuesto, que creo que eran unos 50.000 euros, le dije que con esa cantidad no les hacía yo ni el tricornio. Total, que creo que no se presentó nadie al concurso. Entonces, me vuelve a avisar Pepe para decirme que el presupuesto se había subido a 60.000 euros, y ya le respondí que con eso sólo me cubriría los gastos, pero que, pese a ello, lo iba a hacer. E hice una figura. El problema es que cuando conocí a los miembros del jurado, ya supe que no me lo iban a dar, porque no era la primera vez que me había pasado. Con todo, hice un boceto, que era una figura abstracta, hecha a base de cubos y rombos de forma que se veía el tricornio, el ojo vigilante y demás. Pero no me lo cogieron pese a que era mil veces mejor que la que está allí puesta ahora. Algo parecido me pasó en el SICAB, porque se convocó un concurso para la realización de un trofeo, que se iba a dar todos los años. En mi caso hice una cabeza muy bonita. Yo le toqué la cabeza a un toro y me dije: “Esta es la figura”. Las manos eran troncos de un árbol, y los dedos, ramas, y por supuesto la cabeza del toro, todo acompañado de una leyenda, porque así debía ser, que decía: “Toro negro, toro bravo, con las manos de un escultor me comparo. Si fueras de barro, con ellas te he modelado, y para mi mayor gozo, fuiste indultado”. Pero me volví a tropezar otra vez con el jurado”.
“En Dos Hermanas tengo muy buen recuerdo de la exposición que hice en 2002 en La Almona junto con el pintor Joaquín Alcántara”
“Aquí en Dos Hermanas tengo muy buen recuerdo de la exposición que hice en 2002 en La Almona junto con el pintor Joaquín Alcántara. Fue una exposición curiosa, que me propuso el propio Joaquín. Y aunque yo, la verdad, no estaba al principio por la labor, hablando con el entonces delegado de Cultura del Ayuntamiento, Pepe Román, un gran amigo, hizo un comentario que a mí me pegó dos patadas, porque dijo que en Dos Hermanas no había nivel para montar una exposición. Y yo me dije: “Pues te vas a enterar tú lo que es una exposición”. Reuní, entre las que yo guardaba más otras que pedí prestadas, piezas suficientes para la exposición, que se trató de la mejor que se ha montado en Dos Hermanas hasta ahora. Y es que no ha habido otra en cuanto a calidad y número de visitantes”.
“En estos momentos, yo sigo trabajando, porque tengo el encargo de los trofeos de los enganches que se entregan en La Maestranza, lo mismo que la mitad de los trofeos del SICAB. Y además sigo con los trabajos que me salen por encargo de particulares. Ahora estoy hablando con un aficionado al caballo para hacer una figura a tamaño natural para Turín, en Italia. Pero lo que no he tocado nunca es el mundo de la Semana Santa. Eso sí, tengo en mi casa la cara de un Cristo yacente que hice y que me gusta mucho. Pero, bueno, yo sigo trabajando. Y es que tengo una máxima: si alguien me pregunta si soy capaz de hacer una figura, siempre respondo que si él es capaz de pagarla”.
“De todos los trabajos que he hecho, hay una obra en particular, que titulé ‘desencajonando’, que para mí es especial”
“De todos los trabajos que yo he hecho, hay una obra en particular que para mí es especial. Es como cuando me decían: “En esto, lo que vale es el movimiento. Y si no lo tiene, no vale para nada”. Y es verdad. En todas mis figuras, yo siempre busco una combinación, pero hay una que se llama ‘Desencajonando’, en la que se ve la escena de cuando los toros son llevados de una finca a otra, y en la que se observa el rincón del corral, al mayoral montado en el cajón con la garrocha, al mulo aguantando el carro, a las jacas amarrás a las traviesas y, por supuesto, al toro, que se ha vuelto en ese momento en busca del mayoral en la postura de haber saltado la trampilla del cajón, además de una jaca amarrada a la rueda del carro. Se trata de una obra que me llenó plenamente de satisfacción”.
“A mí, en este mundo artístico se me ha catalogado como ‘El Villalón de las esculturas’, porque todo lo que represento es el campo, como hacía Fernando Villalón [poeta y ganadero], pero él en la poesía y yo en la escultura. La verdad es que al principio la palabra escultor era muy grande para mí, hasta el punto de que me daba hasta vergüenza decirlo, pero, visto lo que hay por ahí, yo me decía que si ese era escultor, yo también lo podía ser; en este caso, del bronce, material del que son todas mis figuras. Y en este aspecto, es como si yo hubiera sido tocado por una varita mágica. Es como si tuviera un don, como al que le da Dios el don de cantar, pues a mí me ha dado este. Porque yo, por ejemplo, también sé dibujar, pero, salvo alguna cosa que he hecho, a mí lo que me gustaba era trabajar con la cera para modelar. Es más, había un catedrático de Bellas Artes y pintor muy famoso, que me decía que yo debía dibujar muy bien para hacer los bocetos de las figuras, y yo le respondí que jamás había hecho un boceto a dibujo. Y, aunque yo puedo hacer lo que se quiera, habitualmente lo hago con figuras pequeñas, de esas para guardar y mostrar en el interior de las casas; de esas para contemplar todo el rato”.
Comments