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Ana María Montero: “Dentro de mi faceta de investigadora sobre la historia de la educación, he publicado algunos libros que tienen como centro a Dos Hermanas”

Una entrevista de Paco Gil

Fotografías Raúl Díaz

Entrevistas en ‘primera persona’

Ana María Montero

Desde el mismo instante en el que Ana María Montero puso por primera vez sus pies en la antigua Facultad de Ciencias de la Educación de Sevilla, supo que no solo había encontrado la línea formativa que anhelaba, sino también el espacio que se podría convertir en su vida profesional, como así acabó sucediendo. Y como profesora titular de dicha Universidad, quiso especializarse en la historia de la educación, algo que le ha llevado a convertirse en una auténtica eminencia en esta parcela y a desarrollar estudios e investigaciones que ha recogido en distintas publicaciones, algunas de ellas, como buena nazarena, sobre la historia de la educación en Dos Hermanas.

 

Ana María Montero Pedrera (Dos Hermanas, 1961) acumula a estas alturas de su vida un envidiable currículum, fruto de una pasión por la docencia y por la investigación que no solo no cesa, sino que sigue aumentando cada día, e incluso, guiada por su curiosidad por la historia, ampliando hacia otras facetas, como, por ejemplo, la Genealogía, cuya ciencia confiesa que le entusiasma y que la tiene absorbida, aunque de momento la contemple solo como un singular entretenimiento.

 

En la nueva conversación que dentro del epígrafe ‘En primera persona’ ha mantenido ‘Dos Hermanas al Día’ con esta ilustre profesora e investigadora, se descubrirá a una mujer inquieta por el constante deseo de saber, pero también a una apasionada por la vida, y, sobre todo, por todo lo que tenga que ver con su pueblo, con la Dos Hermanas que la vio nacer y que la ve vivir.

“Mis primeros recuerdos son de la calle Venta Bermeja, y en la esquina donde se encuentra hoy la papelería ‘El Quijote’, un tío abuelo mío compró un terreno que fue el germen de esta barriada”

“Yo nací en la Casa de Socorro, y mis padres, según me contaron ellos mismos, no supieron en un principio si fui prematura o no porque vine al mundo muy pequeña y morada. Y como en aquellos tiempos no había incubadoras, pues me tuvieron que poner unas botellas de cristal con agua caliente envueltas en toallas para que no perdiera el calor, y así pude salir para delante gracias a Dios”.

 

“Mis primeros recuerdos son de la calle Venta Bermeja, y en la esquina donde se encuentra hoy la papelería ‘El Quijote’, en Doctor Fleming, vivía un tío abuelo mío, por parte de mi madre, Antonio Pedrera Pérez, al que sin embargo todos lo conocían por Agustín, que tenía cabras y que compró por esa misma zona un terreno muy grande que fue precisamente el germen del barrio de Venta Bermeja. Mis padres también compraron un terreno por allí, se hicieron una casa, y con el tiempo se hicieron con otro terreno donde puso un garaje público. En esa calle de Venta Bermeja estuve viviendo hasta los 7 años de edad, que fue cuando nos fuimos a la calle Rivas, que es donde vivían mis abuelos, y como ya estaban mayores, lo que hicieron mis padres fue levantarles en el fondo una casa más pequeña, de forma que ya todos vivíamos juntos y al mismo tiempo independientes. Y allí estuve hasta que me casé, que fue cuando me fui a vivir a la calle Aníbal González”.

“Mi padre era de Prado del Rey y mi madre, de Dos Hermanas, aunque mi abuela materna era también de Prado del Rey”

“Mi padre era Aurelio Montero García, que falleció con 62 años debido a una leucemia cuando mi hijo mayor tenía 8 meses de vida, de forma que ya hace 33 años que falleció; y mi madre, María Luisa Pedrera Oñate, que murió hace ya ocho años. Mi padre era de Prado del Rey y mi madre, de Dos Hermanas, aunque mi abuela materna era también de Prado del Rey, que es el pueblo de Cádiz de donde proceden todos mis familiares. Y se conocieron porque mi madre iba allí durante las vacaciones junto con sus primas, porque resulta que en Dos Hermanas vivía mi abuela con su familia, además de otras dos de sus hermanas, también con sus respectivas familias, de forma que todas las primas hermanas se iban juntas a las fiestas del pueblo. Allí tenían una finca que se llamaba ‘El Cerro de los Gálvez’, porque mi abuela era Oñate Gálvez de apellidos”.


Ana María Montero

 “Cuando mi madre y mi padre se conocieron, ambos tenían 14 años de edad, y se casaron con 23 años. La pretensión de mi padre era hacer Magisterio, porque le gustaba mucho estudiar, pero murió su madre cuando él estaba haciendo el preparatorio para la Escuela Normal de Cádiz, y como su padre era ya muy mayor, no quiso dejarlo solo y abandonó la idea de ser maestro, que creo que fue algo que él tuvo clavado en su corazoncito, de ahí que en todo lo que fueran estudios y formación de sus tres hijos, Inés, Aurelio y yo, no le pesaba gastar dinero para que aprendiéramos lo que quisiéramos. Él empezó siendo carpintero, pero comenzó a padecer del riñón y entonces entró en León y Cos, donde fue una especie de conserje-administrativo, ya que se encargaba de distintas tareas, desde pesar los camiones a recibir a la gente. Pero, vamos, que como mi padre era muy mañoso y le gustaba hacer de todo, pues se dedicó a otras muchas cosas. Y mi madre, pues desde pequeña tuvo que dejar el colegio porque mi abuela, Ana María Oñate Gálvez, que tenía una pensión en el número 15 de la calle Botica, se quedó de nuevo embarazada diez años después de haber tenido a su último hijo, de forma que ya no podía llevar ella sola el negocio. Pero a pesar de que mi madre tenía únicamente la Enseñanza Primaria, a ella, al igual que a mi padre, le gustaba mucho leer, además de que siempre estaba muy informada de todo. Mi abuelo era funcionario de Correos, pero por las tardes también se dedicaba al Ocaso. Recuerdo que ambos tenían una letra inglesa preciosa y que durante los años de la guerra, cuando durante el franquismo los soldados se iban a la mili, acudía la gente a su casa para que les prepararan los paquetes con telas viejas, que mi madre cosía, los ataban y ya mi abuelo les ponía un sello de lacre para que no se los abrieran, y hasta les escribían las cartas a aquellos que no sabían leer. Pero es curioso que mi abuelo fue también agente de Radio Sevilla, de forma que era la persona que recogía las típicas dedicatorias que se decían por la radio, como “Para mi novia Manolita en el día de su santo”. Él se iba una vez por semana a Sevilla y cogía todas las dedicatorias para que fueran leídas”.

“Yo soy profesora en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, donde continúo hasta hoy y donde en estos momentos soy además vicedecana”

“Tras estudiar Primaria y el BUP, entré en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, que por entonces estaba en la calle Gonzalo Bilbao. Y como mi pretensión fue siempre la de quedarme en la Universidad y ser profesora, pues hablé con una profesora, Isabel Corts Giner, y comencé a colaborar con ella, aunque ya por entonces incluso me salió un trabajo en una empresa para la que estuve realizando guiones educativos para los programas de ordenador, que es curioso porque incluso, a través de la empresa Fujitsu, se llegaron a traducir al japonés. A mis primeras oposiciones para entrar en la Universidad me presenté en Huelva, y aprobé, y aunque en un principio me quedé sin plaza, ya inmediatamente pude entrar en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, donde continúo hasta hoy y donde he desarrollado una gran faceta en organización, con cargos como mi actual segundo vicedecanato, además de directora de mi departamento de Teoría e Historia de la Educación y Pedagogía Social, secretaria del Instituto de Ciencias de la Educación o directora del Máster de Enseñanza Secundaria, entre otros más”.

“A mi marido, Francisco Ocaña, lo conocí porque ambos frecuentábamos los mismos círculos de Dos Hermanas, como el Cinefórum que había en la calle Botica”

“Yo estoy casada con Francisco Ocaña Colorado, con quien tengo dos hijos: Francisco de Asís y Rafael Luis. A mi marido lo conocí porque frecuentábamos, allá por los primeros años de la transición, los mismos círculos en Dos Hermanas, como el Cinefórum que había en la calle Botica, donde se proyectaban películas de arte y ensayo o que habían estado prohibidas. Esto fue durante el mandato de Benítez Rufo como alcalde, en el que se empezaron a hacer muchas actividades culturales. Y como los dos teníamos estas inquietudes, pues coincidíamos en muchos estos sitios, y a partir de ahí fue surgiendo el amor. La verdad es que nosotros hemos hecho muchas actividades culturales juntos y nos hemos formado en muchas disciplinas. Él, por ejemplo, es experto en plata de los siglos XVII y XVIII, algo que ha conseguido a base de leer y de estudiar, sabe muchísimo de alfombras persas y a ambos nos encanta la pintura regionalista andaluza, algo que hemos aprendido de forma totalmente autodidacta. La profesión de mi marido es la de aparejador, labor que viene realizando en el Ayuntamiento de Dos Hermanas desde hace más de treinta años”.


Ana María Montero

 “Cuando yo entré como profesora en la Facultad, que ahora mismo se llama de Ciencias de la Educación, ésta se había mudado de la calle Gonzalo Bilbao a un edificio en la avenida de San Francisco Javier, donde daba la asignatura de Historia de la Educación, que es mi especialidad, aunque a lo largo de todos estos años haya llegado también a impartir otras asignaturas. Pero mis investigaciones, mis publicaciones, mis participaciones en congresos y demás han sido en torno a la Historia de la Educación. Y cogí ese camino porque me gusta mucho la historia. Cuando yo estudiaba la carrera, esta asignatura empezaba en las culturas más antiguas, como la egipcia, la china y la india, luego ya pasaba a la antigüedad clásica greco-romana y acababa con la Revolución Francesa. Esta asignatura se imparte en primero y en segundo de carrera. Lo curioso es que, repasando la historia, no se crea cualquiera que hemos cambiado tanto desde entonces hasta hoy, porque, por ejemplo, si nos situamos en Esparta, siete u ocho siglos antes de Cristo, pues resulta que fue de los primeros totalitarismos de la historia, y si vemos luego a Hitler, pues se ve que es lo mismo, con ese adoctrinamiento de la juventud y esos cantos para enardecer los ánimos. Vamos, que, salvo en cuanto a los medios técnicos, tanto ideológica como filosóficamente no hemos avanzado tanto. Además, como la historia es cíclica, vamos viendo que todo se repite. Mi primer curso como profesora fue en el 1992-1993. Y no se me olvida que el primer día, además de que ya venía durmiendo muy mal, pues iba muy nerviosa, como era lógico, aunque luego ya poco a poco, con la experiencia, lo fui superando. Pero, vamos, lo mismo que las primeras veces en las que tuve que enfrentarme a un auditorio, que me temblaban las piernas”.

“En todos estos años me he dedicado a la investigación, que ha girado básicamente en torno a la historia de la educación”

“Lógicamente, en todos estos años me he dedicado a la investigación, que ha girado básicamente en torno a la historia de la educación, incluido para la obtención del doctorado, que lo hice sobre la Enseñanza Primaria pública en Sevilla desde el año 1857, que fue cuando se publicó la primera Ley General de Educación, conocida como la ‘Ley Moyano’ por ser el apellido del ministro del ramo de entonces, y hasta 1900, que es cuando se crea el primer Ministerio de Educación, al frente del cual se encontraba Romanones. Yo cogí ese período para ver cómo se implantó esa primera Ley en Sevilla. Y lo que saqué con mi investigación fue que en Sevilla ésta se aplicó muy mal, porque, por ejemplo, se decía que tenía que haber edificios creados ex profeso, cuando a finales de siglo las únicas que habían eran la de la Plaza Carmen Benítez y la que llamaban de ‘Los Altos Colegios’, que estaba en La Macarena”.

 

“Siendo verdad que yo tengo méritos para optar a una cátedra, resulta que se trata de algo que nunca me ha atraído. Yo conozco a catedráticos que son estupendos y a otros que son unos petardos, pero es que a mí me llena más que llegue un fin de semana y moverme a donde quiera, o acudir a una conferencia o a la presentación de un libro que tener que pasarme todo ese tiempo estudiando. Yo empecé a trabajar en mi tesis siendo soltera y la continué recién casada, porque mi tesis era histórica y tenía que visitar muchísimos archivos, en una época además en la que no había Internet. Recuerdo que en la Facultad había solo un ordenador que tenía acceso al Catálogo de la Biblioteca Nacional, y, claro, todo mi trabajo de investigación lo hice a fuerza de lápiz y de visitas a archivos de Madrid. Evidentemente, no es lo mismo que ahora, cuando se cuenta con multitudes accesos, sobre todo por Internet, algo que te ahorra muchísimo tiempo y movimiento. Mi tesis doctoral la presenté embarazada de siete meses de mi segundo hijo, que a raíz de eso nació prematuro y tuvo que estar un mes en una incubadora, donde por cierto cogió un virus que por poco se lo lleva. Recuerdo que cuando yo ingresé en el hospital, le preguntaron a mi familia si había habido algún problema en casa o si habíamos vivido algún susto, pero cuando le dijeron que acababa de presentar mi tesis doctoral, contestó el médico: “No me cuenten ustedes nada más”.

“Dentro de toda mi faceta de investigadora, he publicado algunos libros que tienen como centro a Dos Hermanas y a la educación”

“Yo llevo de profesora en la Facultad desde el Curso 1992-1993, y hasta hoy me sigue haciendo ilusión dar clase. Es verdad que el alumnado va cambiando constantemente, y que conforme el tiempo va evolucionando, el carácter general también ha ido cambiando, porque cada vez los alumnos tienen menos motivación, menos cultura general y menos ganas de esforzarse; vamos, que quieren aprobar lo más rápidamente posible y con el menor esfuerzo. Es verdad que siempre hay algún alumno o alumna brillante que tiene ímpetu y ganas, pero en una clase te puedes encontrar así a una persona o a dos como mucho. Pero insisto en que el nivel general es el de la ‘ley del mínimo esfuerzo’, y éstos y éstas son hijos de la ley educativa”.


Ana María Montero

 

“Dentro de toda mi faceta de investigadora, he publicado algunos libros que tienen como centro a Dos Hermanas y a la educación. Uno de ellos se titula ‘La educación en Dos Hermanas en el siglo XIX’, que se publicó hace unos veinte años, en el que demuestro que la educación aquí era por entonces muy precaria, entre otras cosas porque no había escuelas. Había un caso de un profesor de 70 años, que tenía una en la calle Real, que era tuerto y al que le faltaba un brazo, algo que, es curioso, dejó bien detallado el inspector de entonces en un informe. Esa información la encontré en el Ayuntamiento y en el Archivo Universitario, porque en el siglo XIX la Educación Primaria dependía del Distrito Universitario de Sevilla, y el jefe de todo era el rector, de forma que la documentación de esa época se guarda en este lugar, además de en el Archivo Histórico de la Administración en Alcalá de Henares, a donde tuve que acudir muchas veces para elaborar mi tesis”.

 

“Y aprovechando los viajes que hacía, pues todo lo que encontraba de Dos Hermanas, me lo iba guardando. También es verdad que la Dos Hermanas de aquella época era muy pequeña y, claro, escuelas solo había dos o tres. Lo que luego fue la Casa de Socorro acogió en su momento una escuela, que tenía una entrada por la calle Santa María Magdalena para los niños y otra por la calle Botica para las niñas. También es verdad que había además escuelas privadas o particulares, como una que se encontraba en la calle Aníbal González u otra en Francesa. Y es que insisto en que por ese siglo no había edificios municipales, ya que el primero que se construyó fue el de La Almona, que partió del lote que se pretendió hacer en el año 1935 durante la Segunda República, además de la escuela del Cementerio. Aparte, claro, de la del Ave María, de la que también tengo hecha una investigación”.

“Con motivo del Centenario del Colegio de Los Frailes publiqué un libro titulado ‘Historia de una institución centenaria: el colegio San Hermenegildo de Dos Hermanas (1900-2000)’

 

“De todos los niños y niñas de aquella época, muy pocos terminaban los estudios porque, entre otras cosas, la enseñanza tenía nada más que dos ciclos: el de Enseñanza Primaria y el de Enseñanza Primaria Superior, esta última para niños y niñas de 10 a 12 años, pero es que en Dos Hermanas no había Enseñanza Primaria Superior. De esta forma, lo normal es que los niños y niñas, cuando acababan la Enseñanza Primaria, lo normal es que se fueran a ayudar en casa o a trabajar. El primer edificio como escuela que hubo en Dos Hermanas fue el de Los Frailes, sobre la que escribí su historia en un libro que publiqué con motivo de cumplirse el Centenario de su fundación, y que por cierto el año que viene va a celebrar su 125 Aniversario. Resulta que con motivo del Centenario, en el año 2000, se montó una exposición, que se recogió en un catálogo en el que yo colaboré con un capítulo, y ya luego fue cuando publiqué la historia del colegio en el libro titulado ‘Historia de una institución centenaria: el colegio San Hermenegildo de Dos Hermanas (1900-2000)’


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“Cuando me tuve que examinar de titular de Universidad, entre las pruebas que debía hacer había una en la que tenía que defender unos temas. Se trataba de una oposición que duraba un día y medio, porque primero debía hacer la defensa del currículum, luego la de las bases metodológicas, didácticas y demás de la materia, y ya al final, si se aprobaban estas anteriores, pues llegaba la defensa de un tema que debía ser sobre la historia de la educación en España, y yo lo hice sobre la atención a la infancia desfavorecida, llegando a poner dos ejemplos: uno, Los Amigonianos, que son Los Frailes, y Manuel Siurot, que creó otro modelo de escuela para niños desfavorecidos en Huelva. Y a raíz de ahí empecé a tirar del hilo, a buscar información, contacté con Los Frailes, donde se encontraba Fernando Trejo de director, quien me abrió las puertas de su biblioteca porque creo que vio el cielo abierto, ya que hasta entonces no había una historia de todo el período de existencia del colegio. Y ahora, con motivo del 125 Aniversario, me han encargado precisamente que haga una investigación sobre sus 25 últimos años, que se recogerá también en un libro coral junto a varios autores, encargándome yo en concreto de toda la parte pedagógica”.

“Hablando un día con Hugo Santos Gil y con David Hidalgo, surgió la idea de hacer la historia del Colegio del Ave María, del que no había ninguna documentación”

“Entonces, cuando llegó el momento del Centenario, aprovechando toda la documentación que yo tenía, fue cuando saqué el libro, cuya publicación por cierto la pagó José Molero Moreno. Y luego ya, con el aprender y el saber, empezó lo mismo con la escuela del Ave María, sobre la que no había ninguna documentación. Pero como yo conozco a Hugo Santos Gil desde hace tiempo y a David Hidalgo, hablando un día con ellos surgió la idea de hacer la historia de este colegio, en la que cada uno aportara una orientación, encargándome yo de la parte histórica, David recogió todas las entrevistas que había mantenido con antiguos alumnos y demás, mientras que Hugo se centró en todo lo relacionado con la restauración de sus edificios. Recuerdo que en ello empleé años y años para recopilar fuentes, porque es que no había absolutamente nada. La Escuela del Ave María empezó en ‘La Cuesta de los Marchaos’, donde hay hoy una farmacia, en una finca de la familia Izquierdo, de los Baena de León-Izquierdo, a donde llegaron en 1913 de la mano de los Ybarra. Los Frailes era un centro para niños díscolos que procedían del Tribunal Tutelar de Menores, y ya en Bachillerato para niños ‘bien’ pero también díscolos, como fueron, por ejemplo, dos casos conocidos como los de Jaime de Mora y Aragón o Juan Luis Galiardo. Es decir, que era un centro de Bachillerato elitista, pero como contaba con un internado pues al mismo llegaban también muchos niños procedentes de otros sitios, como Ceuta o Filipinas. En definitiva, que era característico que a los díscolos los mandaran allí, como después en nuestra época los enviaban a Campillo, en Málaga. Y yo, durante mis investigaciones, todo lo que encontraba del Ave María, procedente de muchos sitios, de publicaciones y de las bases de datos de universidades, lo fui guardando”.


Ana María Montero

“Recuerdo que por entonces me concedieron un proyecto en la Universidad, y aprovechando esos pequeños ingresos me pude ir a Granada a la casa-madre del Ave María, donde estuve consultando su biblioteca y sus edificios, y de donde me pude traer mucha documentación. Y gracias a todo esto fue como se pudo publicar el libro en el año 2006. Como decía en relación con el Ave María, éste empezó el ‘La Cuesta de los Marchaos’, hasta que en 1917 se trasladó a la zona de la actual Avenida de Andalucía, donde permanecieron hasta 1967, que fue cuando ya se empezaron a crear nuevos colegios en Dos Hermanas”.

“Yo no me canso de investigar, entre otras cosas porque es algo que me gusta. Sé que para ello se necesita tiempo y paciencia, pero todo lo he hecho por el mismo afán de aprender”

“Yo, además, tengo publicado, en coautoría, unos trece libros, entre ellos uno con el que aprendí muchísimo que se titula ‘Historia de la educación. Cuestiones previas y perspectivas actuales’, en el que tuve que investigar mucho porque se trataba de conocer qué situación tenía la historia de la educación en los años 90 del siglo pasado, además de que se convirtió en guía de iniciación a la investigación histórico-educativa. Otro fue el que realicé junto con varias compañeras, que es un catálogo de libros de educación de distintas bibliotecas de Sevilla, y que nos llevó varios años porque lo hicimos del Arzobispado y de la Sociedad Económica de Amigos del País, que tiene una biblioteca maravillosa, y por otro lado completamos también un catálogo en torno al ‘Boletín’ de la Institución Libre de Enseñanza, que empezó en el año 1875 y que se prolongó hasta 1936, cuando ya dejó de publicarse, aunque con la llegada de la democracia se volvió a retomar. Y recuerdo que a través de ese ‘Boletín’ entró en España lo más novedoso en investigación en todas las ramas del conocimiento, desde las teorías de Darwin o las de María Montessori, y donde se hablaba de todo: de física, de historia, de antropología. Y en nuestra publicación se incluyó también una parte pedagógica que resulta de bastante utilidad para los investigadores”.

 

“La verdad es que yo no me canso de investigar, entre otras cosas porque es algo que me gusta. Sé que para ello se necesita tiempo y paciencia, pero todo lo he hecho por el mismo afán de aprender. Y esas ganas es por lo que me he metido también de lleno en hacer estudios de Genealogía, especialidad en la que cuento con varios cursos, uno de ellos de experta en fuentes documentales, además de un Máster en Genealogía y Nobiliaria. Y a raíz de eso estoy participando en distintas asociaciones científicas, siendo en estos momentos tesorera de la Sociedad Iberoamericana de Genealogía e Historia, académica de la de República Dominicana y de la Asociación Brasileña de Genealogía e Historia, entre otras, aunque insisto en que todo ello lo hago por pura afición. Lo que me ha llamado la atención de la Genealogía es que el que empieza en ello lo hace porque quiere saber algo de sus antepasados. Es curioso, pero yo me he hecho un análisis de ADN y en mi origen tengo una parte bastante fuerte de judío, pero no de judío sefardí, sino de judío asquenazí, que son los procedentes de Europa del Este. Para bien o para mal, siempre que se hace una persona un estudio de Genealogía se encuentran cosas. Está claro que todos tenemos genealogías, algo que no es exclusivo de nobles o aristócratas, porque todos tenemos un padre, una madre, un abuelo, un bisabuelo… El que se acerca a la Genealogía lo hace por su propia profesión o por afición, pero no solo de esto se puede hacer genealogía, ya que sin fuentes es pura fantasía y, como en otros gremios, aquí también hay mucho fantasma que llega a montar historias de que cualquier persona proviene de la pata del Cid o de Adán y Eva. Pero lo que nosotros investigamos, tenemos que demostrarlo con documentos”.

“Últimamente me ha dado por la Genealogía, que es algo en lo que se empieza a escarbar y no se acaba nunca”

“La verdad es que en mi caso, gracias a la Genealogía he encontrado a una pariente que era descendiente de los Oñate, que vive en Francia y que es descendiente de un hermano de mi bisabuelo, que se fue primero a Marruecos, donde estuvo trabajando de metre en un hotel muy importante, y desde donde luego ya se trasladó a Francia. Y además he contactado con otro descendiente de otro hermano de mi bisabuelo en Arcos de la Frontera, y, por último, he podido contactar con otro, por parte de mi abuelo paterno, que era de Grazalema y que allá por los años 1911-1912 emigró, como muchos de los vecinos de este pueblo, a Hawái, ya que allí les ofrecían trabajo y vivienda en las plantaciones de cañas de azúcar, saliendo varios de ellos en barcos desde Málaga, otros desde Gibraltar y otra parte desde Cádiz. En concreto, un hermano de mi bisabuelo se fue a Hawái con su mujer y sus hijos, y yo he conseguido contactar con un descendiente de esa familia. Resulta que la mayoría de los que llegaron a Hawái a trabajar se trasladaron con el tiempo a San Francisco, en Estados Unidos, porque las condiciones de vida que había eran muy duras. Entonces, de toda esta investigación ha resultado que también tengo allí familia”.


Ana María Montero

 

“Claro, en esto de la Genealogía se empieza a escarbar y no se acaba nunca, porque, por ejemplo, en una línea de mi marido en la que he llegado hasta el año 1570, resulta que su primer apellido, Ocaña, procede de El Coronil, mientras que por su segundo apellido, Colorado, que viene de Écija, resultó que su abuelo era procedente de Dólar, un pueblo de la provincia de Granada. Pero siguiendo con la investigación, encontré que éstos procedían a su vez de La Roda, un pueblo de Albacete. Desde luego, parece mentira la movilidad que se daba en aquellos tiempos”.

 

“En torno a esta faceta de la Genealogía he hecho alguna biografía, y ahora tengo entre manos tirar del apellido de mi cuñada, que es Justiniano, que sé que era de procedencia noble, resultando que, aunque dependiendo de los autores, su origen puede descender del emperador romano Justiniano. Pero lo que sí está documentado es que en Génova, en la Edad Media, había un libro titulado ‘El libro de oro de la nobleza genovesa’, donde aparece el apellido Justiniano, además de que el primer arzobispo de Venecia fue también un Justiniano. Y resulta que ese apellido llegó a Andalucía en el siglo XVII por un Justiniano que jugó un papel importante junto con la Corona de España, con una rama que luego emigró a Canarias, resultando de ello el apellido con Lercaro-Justiniano, y de ahí hubo algunos que incluso saltaron a Iberoamérica. En España, se sabe que están emparentados con la nobleza de Antequera y de Écija, contando con el título de Marqués de Peñaflorida, que parece ser que está perdido pese a que lo solicitaron descendientes de Pilas y hasta un señor que vivía en Cuba. Pero ya digo que este título se encuentra hoy vacante. Y los Justiniano que hay en Dos Hermanas, todos son procedentes de la misma familia. El primer Justiniano que llegó aquí, Diego Justiniano Lamadrid, allá por 1920, fue el que creó la carreta de la Virgen de Valme. Él fue funcionario de la Diputación, donde había unos pocos Justiniano, tanto procedentes de él como de un hermano suyo, y quien cuando se jubiló, se vino para Dos Hermanas, donde pasaba temporadas porque, por lo visto, Elena Molina de la Muela, una señora que también vivía aquí y que se casó con un Baena de León, era prima segunda suyo, y a partir de ahí se fue extendiendo la familia”.

“Lo que sí tengo claro es que cuando me llegue el momento, me jubilaré, pero no voy a dejar la Genealogía porque es algo que me ha enganchado y con la que disfruto”

“Yo no me dedico a hacer estudios genealógicos, aunque lo que sí le he hecho a una amiga es su escudo heráldico, porque no todo el mundo lo tiene. Los escudos están vinculados al linaje, de forma que alguien puede ser un Pérez y su vecino otro Pérez, pero resultando que el primero puede tener su escudo mientras el segundo, no. Lo que sí es verdad es que hoy este estudio se está popularizando. En mi caso, yo no me he buscado escudo, porque para ello te tienes que ir al Archivo de la Real Chancillería de Granada, la única que existe junto con la de Valladolid, a donde cuando una persona era noble y quería que se lo reconocieran, debía enviar a la Chancillería toda la documentación y su árbol genealógico, con sus partidas de nacimiento correspondientes, para acreditar que era noble y que tenía escudo. Pero insisto en que yo por ahí no he tirado porque estoy más centrada en la genealogía que en la cuestión heráldica”.


Ana María Montero

 

“Lo que sí tengo claro es que cuando me llegue el momento, me jubilaré, pero no voy a dejar la Genealogía porque es algo que me ha enganchado y con la que disfruto. Incluso en verano, cuando me voy a la playa, me llego hasta al Archivo Histórico-Provincial de Cádiz, donde están los protocolos notariales de toda la provincia, y como mi familia venía de la sierra, y como se quemaron todos los archivos de mi pueblo, pues los datos que haya los encuentro en esos protocolos notariales, de forma que de ahí he sacado testamentos y muchos otros documentos. Es curioso que cada vez que encuentro algo, se me ponen los ojos como platos, porque disfruto muchísimo. Y luego, con esta sociedad iberoamericana que he comentado de Genealogía e Historia, pues celebramos muchísimas reuniones online, con las que nos divertimos también mucho, además de que, de camino, se aprende también una barbaridad”.

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