Una entrevista de Paco Gil
Fotografías de Raúl Díaz
Entrevistas en ‘primera persona’
Nada descubriríamos si afirmamos con rotundidad que Conchi Rando rebosa alegría y que ésta, afortunadamente, es capaz de transmitirla a todos cuantos la rodean, estando desde luego en esa gracia no solo su propia familia y amigos, sino la gran cantidad de niñas, y también niños, que han pasado durante los últimos 40 años por su Escuela Flamenca.
![Conchi Rando](https://static.wixstatic.com/media/a4b7a2_f0aec45ea51c4cc49eb0259356e27a3e~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_735,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/a4b7a2_f0aec45ea51c4cc49eb0259356e27a3e~mv2.jpg)
Y es que lo que en un principio Conchi Rando pudo iniciar como un juego, se acabó convirtiendo, gracias al efectivo boca a boca, en un numeroso grupo de niñas y adultas que la buscaban expresamente para que las enseñara a bailar, especialmente sevillanas pero también esos palos del flamenco que tanta alegría transmiten. Y ahí sigue, al pie del tablao, en sus salas que se encuentran tanto en el centro Juan Velasco como en el Club Vistazul, donde, además, asegura que ha puesto también en marcha unas sesiones de clases de flamenco terapéutico que le hacen sentirse plena, por lo que ella misma disfruta y por lo feliz que ve a quienes las reciben.
![Conchi Rando](https://static.wixstatic.com/media/a4b7a2_623476779c3d4a60b996584e7aa9f1e2~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_735,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/a4b7a2_623476779c3d4a60b996584e7aa9f1e2~mv2.jpg)
Concepción Rando Gamero (Dos Hermanas, 1973) es la creadora y alma de su ‘Escuela Flamenca Conchi Rando’, y en esta nueva entrevista de la serie ‘En primera persona’ entrega no solo su testimonio, sino también su filosofía de vida y todo su ser, que es el que le ha hecho convertirse en una auténtica referencia entre cientos de seguidores. Silencio: habla Conchi:
“Es curioso que en mi familia a nadie le gusta el baile, aunque a mi hermano Javi, que hizo solfeo, le encanta la música, y hubo un tiempo que hasta hemos llegado a cantar los dos”
“Mis padres viven en la Costa del Sol, que fue donde yo empecé a dar clases. Primero vivíamos en la calle Manzanilla y cuando yo tenía 8 años nos cambiamos a la calle Málaga. Mis padres se llaman Antonio Rando Verdugo, que tiene 88 años, y Ana Gamero Sedeño, de 80 años. La historia de cómo se conocieron es muy curiosa porque, por lo visto, cuando ella era bebé, cuenta mi padre que la vio en un momento en la que la estaban bañando y dijo de pronto: “Esta es para mí”. Y hasta ahora. Resulta que cuando yo era pequeña, a mí no me gustaba nada el nombre de Concepción y hasta me quería cambiármelo, pero mi padre me contó que yo tenía ese nombre por mi abuela, que murió al mes de darle a luz a él, y, claro, siempre quiso tener una niña para que también se llamara Conchi. Cuando me contó esa historia, pues ya me dije que no me cambiaba el nombre ni a la de tres. A mí siempre me preguntan por la procedencia de mi primer apellido, Rando, que, según me han contado, parece que cuenta con descendencia alemana y francesa. Desde luego, aquí en Dos Hermanas solo estamos nosotros con ese apellido, aunque sé que en Málaga, por ejemplo, hay muchos Rando. En mi familia, además, están también mis hermanos Antonio y Javier, y yo estoy casada con Javier Romero Luque, con quien tengo dos hijos: Alba, de 22 años, y Nicolás, de 14”.
![Conchi Rando](https://static.wixstatic.com/media/a4b7a2_b722ba04728f431db3135b628f3e9242~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_735,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/a4b7a2_b722ba04728f431db3135b628f3e9242~mv2.jpg)
“Es curioso también que en mi familia a nadie le gusta el baile, aunque a mi hermano Javi, que hizo solfeo, le encanta la música, y hubo un tiempo que hasta hemos llegado a cantar los dos. En este aspecto, empezamos con Javier Ros Pardo con motivo de un teatro que se hizo en el colegio Fernán Caballero, y la verdad es que lo hacíamos muy bien, llegando a hacer ‘El Romance del Conde Flores’, en el que yo era la princesa y mi hermano, claro, el conde. Y recuerdo que mi madre nos decía: “¡No meterse en más jaleos, por Dios!”. Y es que a mí me encanta cantar, bailar, contar chistes, hacer el payaso... Ahora que estamos en estas fechas de la Navidad, yo siempre soy la que estoy animando para que cantar villancicos, aunque, mira, no hay manera [se ríe]. Incluso a mi hermano Javi le cuesta trabajo, pero es que es más serio. Mira, el día que se presentó en el Teatro del Club Vistazul la Banda de Cornetas y Tambores Entre Azahares, se encontraba allí Agustín García Gandullo, de la Hermandad de Santa Ana, y en un momento que se estaba tomando una cervecita en la parte de fuera, me saludó y me preguntó qué hacía allí, y le dije”:
“Por mi hermano, que es el director de la banda”.
“Y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que ambos teníamos el mismo apellido. Mi hermano, cuando terminó ya la presentación, tuvo que hablar al público, pero como es muy tímido, pues le costó mucho trabajo. Y, claro, Agustín me comentó”:
“¡Mira, con lo serio que es tu hermano!”.
“Y yo le dije que sí, pero es que incluso le añadí que éramos mellizos. Y me comenta”:
“¿Con lo serio que es tu hermano y sois mellizos?”.
“Y yo le añado”:
“Mira lo que le ha costado hablar, pero si lo hubiera cogido yo el micrófono, estoy ahí todavía”. [se ríe]
“Es que a mí me gusta mucho el jaleo. He sido así desde chica. Y siempre me levanto con una sonrisa”.
“Cuando tenía unos 8 años de edad, vino un día a mi casa una vecina, que tenía una hija que se llamaba Loli, que se acabó convirtiendo en mi primera alumna”
“Lo mío con el baile fue algo también muy curioso. Resulta que fui un año a una fiesta de fin de curso al colegio de mi hermano Antonio, donde recuerdo perfectamente que bailó Antonio Zarandilla con su ballet. Y yo me quedé alucinada con lo que estaba viendo. Entonces, le dije a mi madre”:
“Mamá, yo quiero eso”.
“Era la primera vez que veía un ballet. Y es que yo no había ni entrado todavía en el colegio porque tendría 2 ó 3 años de edad. Y recuerdo que la primera vez que me dejó mi madre con Mariló, que era la que daba las clases por entonces, lloré porque pensé que me iba a dejar allí para siempre. Pero, mira, eso duró nada, porque poco después me empezó a gustar mucho. Con Mariló estuve hasta los 8 años. Pues resultó que más o menos con esa edad, vino a mi casa una vecina, que tenía una hija que se llamaba Loli, y que se acabó convirtiendo en mi primera alumna. Como yo tenía mucho desparpajo para lo chica que era, me dijo mi madre que si yo quería enseñarle a ella a bailar sevillanas, porque resulta que a ella le daba vergüenza ir a donde yo estaba yendo. Total, que nos fuimos las dos a mi habitación y empecé a enseñarle a mover las manitas, a dar los pasitos… El caso es que se acabaron enterando Elena y Laura, que también eran vecinas, y empezaron también a venir por mi casa. Y entonces le dije a mi madre:
“Mamá, ¿yo puedo hacer esto?”
“Y me respondió”:
“Hija, tú verás, pero piénsatelo porque es que estás en el colegio”.
“Yo estudié Puericultura, auxiliar de clínica y técnica de laboratorio, pero el caso es que nunca he llegado a ejercer estas especialidades”
“Entonces, como en la habitación ya no cabíamos, me dijo mi madre que por qué no nos metíamos en el garaje. Total, que mi padre me puso un espejo, un equipo de música…, me lo acondicionó todo, y resulta que empezó a venir gente, a venir gente…, y hasta ahora. Yo en su momento estudié Puericultura, después hice auxiliar de clínica y por último técnica de laboratorio, pero el caso es que nunca he llegado a ejercer estas especialidades. Yo nunca pensé que me iba a dedicar a esto, la verdad, pero es que se trata de algo que me apasiona. Hay mucha gente que me dice”:
“Pero tú, por ejemplo, si estuvieras trabajando en un hospital no tendrías que estar pagando el autónomo, tendrías tus días de descanso…”.
“¡Pero si yo es que trabajo tres horas y media al día y me va bien! Eso sí, si hubiera acabado en un hospital, seguro que a los enfermos les hubiera alegrado mucho la vida, que era además lo que me decían cuando estuve haciendo las prácticas. Me acuerdo mucho de un abuelito, Benito, que estaba solo, que el pobre siempre quería tener la ventana cerrada, y yo llegaba y se la abría y le hablaba, y me decía luego que yo era su ángel. Y mi profesora de Anatomía me decía que en vez de la bata blanca, tendría que ir al hospital con bata de cola”.
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“Ahora yo hago una cosa parecida con las clases que doy de flamenco terapéutico, porque, aunque para nada son enfermos, por favor, les doy mucho cariño, y ellos también me lo dan a mí. Y del hospital, me acuerdo de Benito precisamente por eso, porque hay personas que por su actitud o porque la vida no los ha tratado bien, pues se encuentran solos… Hasta que un viernes llegué al hospital y resulta Benito ya no estaba”.
“Yo, con 11 añitos, salía del colegio a las cuatro y media de la tarde y empezaba con las clases a las cinco, y así hasta las ocho”
“Pero volviendo a lo de las clases, cuando me di cuenta, a mi cochera empezaron a ir unas cuantas niñas…, bueno, y también mayores, y eso que yo por entonces solo tenía 11 añitos. Pero es que llegué a tener tres horas de clase seguidas, con tres turnos, prácticamente lo mismo que sigo teniendo ahora. Date cuenta que yo salía del colegio a las cuatro y media de la tarde y que empezaba con las clases a las cinco, y así hasta las ocho. Por aquella época había veces en las que miraba a la calle y veía a las niñas y niños de mi edad jugando, mientras que yo tenía que dar las clases. Pero el caso es que a mí me gustaba lo que estaba haciendo. Todas las niñas que llegaban a mi casa para aprender a bailar era solo por el boca a boca, porque ya se sabe que antes no había ni redes sociales ni nada de eso. Es curioso que había gente que llegaba a mi casa preguntando por Conchi, la que daba baile, y decía mi madre”:
“Sí, un momento”.
“Me llamaba, y cuando salía yo, decían”:
“¿Pero esta es la que me va a enseñar a bailar?”
“Pues mira, sí, yo soy la persona que te va a enseñar a bailar”.
“Mi madre siempre me ha dicho que yo tenía una ‘gracia’. Puede parecer una tontería, pero ya se sabe que las personas antiguas tienen unas creencias…, y mi madre me decía que cuando yo era chica, en la lengua me salían letras, y me añadió”:
“Conchi, que te lo juro, que se te veían letras en la lengua perfectamente”.
“Y yo le decía”:
“Pero, mamá, ¿qué me estás diciendo?”
Y me respondió:
“Yo qué sé. A mi esas cosas me dan hasta miedo”.
“Y es que había una mujer mayor que le decía”:
“Eso es una gracia que trae tu hija”.
“Me podía haber llamado Gracia [dice ahora riéndose], o ‘María Tacones’, como me dicen algunas vecinas, un apodo me puso mi vecina Mercedes. Pero lo curioso de todo es que ninguno de mis hijos sabe bailar. Y es que me hija, a la que no le gusta, me ha dicho algunas veces”:
“Mamá, ¿por qué todo el mundo me tiene que preguntar si yo bailo?”
“Y yo le respondo”:
“Hija, porque es lo normal, ¿no?”
“Y es que a ella nunca le ha gustado bailar”.
“Yo doy las clases en los clubs Juan Velasco y Vistazul, donde vienen personas jóvenes y mayores, pero también hombres, ¡eh!”
“Y así iba hasta que empecé a dar clases fuera de mi casa, tanto en el Club Juan Velasco como en el Vistazul. Total, donde me fui dando a conocer, y hasta ahora. Lo bonito de todo esto es que en estos cuarenta años que sigo con mis clases, nunca he decaído; al revés, cada vez me gusta más. Y siguen viniendo a mis clases personas jóvenes y mayores, la mayoría mujeres, pero hombres también, ¡eh! Y es que a los hombres, cuando llega alguna feria o alguna fiesta, pues también les gusta bailar. Es más, mi hijo ahora me está diciendo”:
“Mamá, enséñame para que yo me arrime en la Feria”.
“Hay hombres a los que les gusta bailar, pero, como piensan que eso es más de mujeres, pues no vienen, pero no tiene por qué. Es como los estereotipos que hay, que parece que el baile es solo para las mujeres y el fútbol para los hombres, y no tiene por qué ser así. Yo también he jugado al fútbol. Como yo era la única niña de la casa, he jugado al fútbol con dos mis hermanos, lo mismo que a las canicas, al rugby…, y es que yo era como una ‘marimacho’, que siempre lo he dicho. De hecho, Javi tiene una Yamaha DT 80, una moto que ahora la está arreglando, y yo la cogía y hasta le picaba el embrague para hacer el caballito. Y mi madre me decía”:
“¡Hija, que te vas a matar!”
“Pero es que a mí siempre me ha gustado todo lo más peligroso y lo más alocado”.
“El secreto de las sevillanas es que es estamos en una tierra donde se baila mucho. Que me entienda la gente, pero se podría decir que hasta se bailan en los entierros. Ya se sabe eso que se piensa de que si eres de Sevilla, tienes que saber bailar sevillanas, ¿a que sí? Pues recuerdo que la primera vez que fui a Barcelona, con 14 años, las amigas de mi prima, que estaban locas diciéndole que venía su prima la sevillana, cuando me vieron, dijeron: “¡Anda!. Pero, bueno, ¿qué se esperaban, que yo tuviera un metro ochenta o algo?” “Y me dijeron”:
“No, es que ellas se creían que nosotras íbamos vestidas de faralaes todo el día”.
“Claro, es que me esperaban con la peineta y el traje… [se ríe] En cualquier caso, lo que sí es cierto es que por las fiestas, las ferias y en todas las celebraciones se bailan sevillanas, aunque ahora también a mucha gente les está dando por las bulerías o los tanguillos”.
“En las clases de flamenco no me meto mucho en jonduras porque las actuaciones que nosotros hacemos tienen que ser alegres, como las alegrías, las bulerías o los tanguillos de Cádiz…, todo lo que es fiesta, vamos”
“Yo lo que doy son clases de sevillanas y de flamenco, además, como ya comenté, de flamenco terapéutico. Verás, en flamenco no me meto mucho en jonduras porque las actuaciones que nosotros hacemos tienen que ser alegres, como las alegrías, las bulerías o los tanguillos de Cádiz…, todo lo que es fiesta, vamos, y cuando actuamos, la gente me dice”:
“Es que se me ha hecho corto”.
“Mira, en el Festival de las Academias contamos cada una con media hora para las actuaciones, incluyendo la presentación; pues resulta que todo el mundo me dice”:
“Pues ustedes habéis bailado menos”.
“Pero es que se les hace corta nuestra actuación, y es porque yo engancho una cosa con otra, y siempre buscando la alegría del baile y de la fiesta”.
“Yo soy la que me encargo también de montar las coreografías. Cuando bailamos con la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Cautivo de Dos Hermanas, David Pavón me dijo en el ascensor del bloque donde vivimos que por qué no montábamos algo con la banda y con nuestro baile, y yo le dije”:
“David, ¿tú estás loco? Y, además, es que yo estoy siempre superliá. ¿Tú me vas a meter a mí en ese embolao?”
“Y me dijo”:
“Conchi, tenemos que hacerlo”.
“Y yo le respondí”:
“Bueno, venga. Vamos a liarnos la manta en la cabeza”.
“Yo siempre me he considerado profesora de baile, pero no bailaora. La bailaora es la que se dedica a bailar en un tablao, pero yo lo que hago es dar clases de baile”
“Yo además es que estaba liada con lo de 40 Aniversario, que fue en junio. El caso es que poco después ya estaba en el gimnasio con el móvil escuchando las marchas y montando las coreografías. Pero es que, además, nosotras no actuamos nunca con música en directo porque, aunque para mí es lo más bonito, el problema es que al final todo depende de muchos factores: de que el guitarrista se presente, de que el cantante esté ese día bien… Son tantas cosas que al final decidí que la música fuera enlatada. Además, como mi marido es tan apañado y sabe de todo, lo he puesto de técnico y ha aprendido a hacerme los arreglos musicales, de forma que de un tema, quito lo que no me gusta o engancho un tema con otra cosa, y al final queda algo chulísimo. Por ejemplo, hace poco compusimos una guajira que ha salido de tres guajiras. Y ha quedado preciosa”.
![Conchi Rando](https://static.wixstatic.com/media/a4b7a2_5cb865187d96427e81b7e4d9a3f69f75~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_735,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/a4b7a2_5cb865187d96427e81b7e4d9a3f69f75~mv2.jpg)
“Yo siempre me he considerado profesora de baile, pero no bailaora. La bailaora es la que se dedica a bailar en un tablao, pero yo lo que hago es dar clases de baile y, si bailo, lo hago siempre con mis niñas, y, normalmente, por detrás, porque lo que quiero es que sean ellas las que estén delante. A mí nunca me ha gustado ser el centro de atención. De hecho, siempre me han dicho las niñas que tengo que bailar más, pero yo me quito porque disfruto más viéndolas que bailando yo. Ellas siempre tienen que ser las protagonistas, y me da exactamente igual que sean altas o bajas o que lo hagan mejor o peor. Lo que sí hago, a la hora de salir al escenario, es ir dándoles salida conforme se encuentren preparadas, porque es que mis coreografías tienen distintos niveles. Piensa, por ejemplo, que en mi grupo hay niñas que llevan conmigo treinta años. Y es que he llegado casi a ser una segunda madre para ellas. Es más, el día de la madre, me felicitan, y eso es muy grande. Desde luego, mi trabajo es lo más guay del mundo. Yo soy una privilegiada por dedicarme a lo que me gusta, porque además ellas acaban dándome a mí más de lo que yo les doy. Y es que me cuentan cuando se enamoran, cuando se desenamoran, cuando tienen un bebé, y para las que han tenido niños, yo soy la ‘abueli’; no la abuela, pero sí la ‘abueli’”.
![Conchi Rando](https://static.wixstatic.com/media/a4b7a2_21bbbea310f2424884a07ac7f5094fea~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_735,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/a4b7a2_21bbbea310f2424884a07ac7f5094fea~mv2.jpg)
“Yo he cumplido cuarenta años dando clases, pero mi academia no es la más antigua, que creo que es la de Pepi Vaquero, que empezó antes. Lo que también ocurre es que todas las academias de Dos Hermanas nos llevamos muy bien. ¿Por qué no? Aunque ocurre como en todo, que hay algunas que tenemos más filin y otras que menos; pero hay mucho respeto. Por ejemplo, con motivo del Festival, nos reunimos, hacemos el sorteo para ver qué día y a qué hora le toca salir a cada academia..., pero al final es que cada uno tiene su estilo, su forma de ser y su gente, y eso es siempre de respetar. Yo es algo que además se lo digo siempre a mis niñas, porque alguna vez las he escuchado decir, por ejemplo, que el traje que llevan otras es más feo, haciéndoles ver que a lo mejor a ellas les parece feo el que llevamos nosotras. Insisto en que hay que tener un respecto por todos y por todas, porque, además, es que todas nos dedicamos a lo que nos gusta”.
“De momento, tengo carrete para largo. Es verdad que algunas veces llego cansada a casa, y es que se notan todos estos años. Pero nunca se me ha pasado por la cabeza dejarlo”
“Lo que no sé, desde luego, es hasta cuándo voy a aguantar. De momento, tengo carrete para largo. Es verdad que algunas veces llego cansada a mi casa, y es que se notan todos estos años. Pero nunca se me ha pasado por la cabeza dejarlo. Ten en cuenta que mi niña nació el 19 de febrero y el 28, el Día de Andalucía, estaba bailando con mis niñas sobre un escenario. Es que yo nunca he parado. Pienso que son cuarenta años y nunca he pensado en tomarme, por ejemplo, un año sabático. Al revés, es que ya estoy diciéndole a la gente que no hay sitio en mi academia. Porque eso es otra cosa que yo hago: que no voy a atender a cuarenta personas en un grupo cuando no puedo hacerlo; prefiero tener veinte y atenderlas en condiciones. Es como si vas a un restaurante a comer y te sirven mal o muy lento porque tienen a mucha gente: ¿A que ya no vuelves más? Yo llevo siempre el peso de las clases, aunque ahora es verdad que tengo a Miriam conmigo, que me ayuda con las más pequeñas. Y antes estuvieron Marina y Lucía…, niñas que llevan mucho tiempo conmigo”.
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“Lo que sí me gustaría es que el Ayuntamiento nos prestara un poco más de atención a las academias. Es verdad que nos cede el Teatro Municipal para el Festival, la Caseta Municipal durante la Feria, pero, por ejemplo, este año he pedido el Teatro Municipal para celebrar mi 40 Aniversario y me mandaron a la Ciudad del Conocimiento, que además lo he tenido que pagar yo. Y, claro, tú te preguntas: ¿Después de cuarenta años, en Dos Hermanas…? Porque lo que nosotros hacemos es una labor muy bonita: primero, a las niñas les estás enseñando cultura, y, segundo, trato de educarlas como si fuera una segunda madre, enseñándoles a tener respeto hacia los demás. Hace poco fuimos a un concurso en Carmona, y mis niñas, que llevaban meriendas, las acabaron compartiendo con las compañeras que había allí, sobre todo con un grupo que llevaba niñas pequeñas y, como tenían hambre, se vinieron todas con nosotras. Cuando terminamos, imagínate cómo se queda aquello, que nadie recoge…, pues las mías recogieron porque yo les decía que había que dejarlo limpio, ya que, si no lo hacíamos nosotras, lo tenía que hacer la mujer que fuera a limpiar, que bastante tendría con recoger además la mierda que dejan doscientas niñas. Pues mis niñas además ayudaron a vestirse a otras compañeras… Pues todo esto es educación y una labor social. Yo hago de psicóloga, de profesora, de madre… Y, volviendo a lo de mi Aniversario, es que eran cuarenta años... Pero, claro, me imagino que igual que yo, habrá muchas personas y en algún momento tendrán que decir que no también. Pero sí es verdad que cuando celebré los 25 años, me dejaron el Teatro Municipal. Y no cobré la entrada, evidentemente, porque lo que yo quería era invitar a la gente”.
“En las clases de flamenco terapéutico, lo que hacemos es bailar mucho pero sin que puedan sufrir daños, porque no hay saltos, no hay giros bruscos, sino movimientos específicos para tonificar el cuerpo”
“En cuanto a las clases terapéuticas, surgieron porque había gente que me decían que querían bailar, pero que no podían porque no se podían poner los tacones o porque el brazo no lo podían levantar. Y, claro, empecé a preguntarme cómo podía ayudar a esas personas. Entonces, me informé e hice un curso, en el que también estaban fisioterapeutas, médicos y gente de fitness, de forma que, mezclándolo todo, lo que hacemos es bailar mucho pero sin que puedan sufrir daños, porque no hay saltos, no hay giros bruscos, sino movimientos específicos para tonificar el cuerpo. Y es que bailar te da felicidad. Y en mis clases de flamenco terapéutico, que son en el Club Vistazul, yo salgo con el flequillo pegado a la frente, pero es que luego siempre nos quedamos a tomar algo. Y eso les ayuda bastante, porque hay alumnas que tienen cáncer, que se presentan en clase con una muleta… Es más, utilizamos el bastón para mover los brazos, las pesas para tonificar la espalda, les hago hacer sentadillas, pero todo bailando, y es como si no se dieran cuenta de todo lo que están haciendo, de forma que tonifican el cuerpo y la mente. Y ellas se lo pasan muy bien. Además, siempre les intento poner coreografías de esas graciosas para que ellas se muevan o que griten. A mí, incluso me gustaría dar a conocer esto más que las clases de sevillanas normales”.
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